HISTORIA DEL CMPE 

 

El Club del Mastín del Pirineo de España fue fundado en 1977 por Rafael Malo Alcrudo, Daniel Llorens Guerrero y Jaime Graus Morales y está afiliado a la Real Sociedad Canina de España.

Sus objetivos son la conservación, mejora y fomento de esta gran raza canina.

 

 

Breve historia de una aventura compartida

por  Rafael Malo Alcrudo

 

Me pide mi amigo Antonio Mingot que escriba unas palabras sobre la historia del CMPE para la nueva página web de este club de manera que, con mucho gusto, a ello me pongo.

La pasión mueve al mundo, se suele decir como si fuera un axioma irrefutable, aunque no estoy seguro del todo de que los axiomas, y menos ése, sean ciertos.

Pero en mi caso concreto, la pasión (las pasiones, más bien, altas o bajas) han sido lo que siempre me ha impulsado a hacer cosas y a abandonar a regañadientes, siempre pensando que de manera temporal, la visión de la vida, entre contemplativa y hedonista, que uno tiene.

Y así fue, de manera violentamente apasionada, como surgió el Club del Mastín del Pirineo de España.

Y el Mastín del Pirineo.

Todos sabéis mi prehistoria con el Mastín del Pirineo, mis primeros contactos cuando niño y mis periplos pirenaicos al salir de la adolescencia. De manera que os ahorraré piadosamente esos detalles hasta llegar a la Alta Edad Media.

En los setenta no sabíamos mucho de cinofilia. En realidad, no sabíamos mucho de casi nada, pero nos gustaba estar vivos y que, por fin, en España hubiera acabado de amanecer.

Entre otras cosas inconfesables, a mí también me gustaban mucho los animales, los perros, los mastines.

En la noble e inmortal  ciudad de Zaragoza, salíamos a pasear con nuestros perros por la Ciudad Universitaria. Éramos gente joven a la que nos gustaba hablar de angulaciones, de líneas de sangre y de exposiciones. En aquel grupo había un tipo entrañable, de verbo fácil y mucho mundo, Daniel Lloréns Guerrero, acompañante de un mastín llamado “Perro” que se paseaba desdeñosamente (“Perro”, no Daniel) entre afghanos, bóxeres, dobermanes y foxterrieres con la hidalguía que da la nobleza que no viene de cuna. Una botella de whisky a un ganadero, cuando cadillo, había sido la tarifa que pagó Daniel, aunque él, en su inconsciencia, lo que de verdad hubiera querido era un Bulldog Inglés.

Daniel me contó cómo le había “sacado los papeles” al bueno de “Perro”. Fue en una de aquellas Exposiciones donde un juez que era nada menos que ¡marqués! (se trataba del difunto Marqués de Perales) le había dicho que aquel era, tal como Daniel pensaba,  un Mastín, efectivamente, pero no un Mastín cualquiera, sino un Mastín “del” Pirineo. De modo que, casi sin querer, “Perro” se convirtió en el primer Mastín del Pirineo Campeón de España.

Ambos, Daniel y yo, teníamos el mismo veterinario, Jaime Graus Morales. Una tarde, en su consulta, empezamos a hablar sobre asociaciones caninas (su esposa era alemana, ojo al dato)  y la idea comenzó a darme vueltas en la cabeza. Hablé con Daniel y me dijo que adelante, de modo que aquello se convirtió en una obsesión. Supe que solamente había cuatro o cinco clubes caninos, ninguno dedicado a una raza española, y todos con sede en Madrid.

Papeles y más papeles. Cuando todo estuvo listo enseñé a Daniel y Jaime la documentación y los tres firmamos como fundadores del Club del Mastín del Pirineo de España. Corría 1977 y comenzaba la historia del primer club de la historia de nuestra cinofilia nacional dedicado a una raza canina española.

Junto al CMPE, la historia del Mastín del Pirineo comenzaba.

 

 

Pensé que yo era muy joven para asumir el cargo de Presidente y le dije a Daniel que si quería ser él, a lo que no puso ningún problema y, como siempre, lo hizo fenomenal. Yo me reservé el cargo de Secretario General, que en aquella época de los primeros partidos políticos, me daba la sensación de que era el que tenía que currar -y malmeter- más. Cuando, de tarde en trade, pienso en ello, sigo considerando que fue una buena decisión.

Desde el primer momento, la manera de funcionar el Club fue bastante peculiar, dándole premeditadamente un ambiente de camaradería y de “banda”. Era necesario que, además de trabajar en el Mastín del Pirineo, nos lo pasáramos bien y nos gustara estar juntos. Por un lado, ojo al dato, no teníamos más que unos pocos perros perdidos por ahí, la práctica totalidad sin papeles; por otro, la cinofilia oficial de entonces nos miraba con una sonrisa entre la incredulidad, la condescendencia y el pésame. Imaginemos que hubiera pasado si nos hubiéramos dedicado a amargarnos la vida los unos a los otros con enfrentamientos personales, paranoias diversas o por causa de una eventual posología inadecuada de medicamentos: el chiringuito del Mastín del Pirineo se hubiera quedado más solo que la sede de un partido político sin escaños después de las elecciones.

Por eso, había que darnos alicientes a los entusiastas e incipientes mostineros y eso lo conseguimos con nuestra camaradería, nuestras estruendosas cenas y nuestras animadas y universalmente célebres juergas institucionales a las que milagrosamente sobrevivimos.

Pero, simultáneamente, había que trabajar en las parideras y convencer a la cinofilia oficial de que aquello iba en serio. Pensemos que, en aquel tiempo, el mundo canino se limitaba prácticamente a Madrid y a Barcelona. Como en la Liga actual, de hecho.

En el tema de la cría, la verdad es que anduvimos un poco perdidos al principio, pues los perros presentaban bastante heterogeneidad, dependiendo de las zonas donde los habíamos localizado. El conocimiento de varios aficionados cuyas edades oscilaban entonces sobre los setenta y ochenta años, principalmente Juan Calvo Escanero y Rafael Paz Herrero -excelentes personas, el segundo de los cuales sucedió a Daniel como presidente del CMPE durante algunos años- aparte de fotografías del primer tercio de siglo, nos aclararon razonablemente las ideas para enfocar la selección en un determinado sentido, que permitiese la recuperación efectiva de lo que nos gustaba definir como el  tipo tradicional aragonés de la pre-guerra, como lo soñábamos: potente, substancioso, funcional y con un temperamento extraordinario.

En lo que atañe a la tarea de ganarnos el respeto de la cinofilia oficial, fue una labor relativamente rápida y que tuvo su culminación en una charla que dimos en 1979 Daniel y yo mismo en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid donde, aparte de muchos veterinarios y estudiantes, acudió la plana mayor al completo del Mastín Español de la época. La verdad es que, quién nos lo iba a decir, salimos absolutamente airosos de la prueba y, a partir de aquel momento, el Mastín del Pirineo pasó a ser una raza respetada e incluso, durante bastantes años, el motor del pujante movimiento que se inició por aquel entonces a favor de las razas caninas españolas. Siguiendo al Mastín del Pirineo, ya comenzados los años ochenta, varias de las razas caninas españolas siguieron nuestros pasos, fundando clubes y asociaciones. El Mastín Español, el Perdiguero de Burgos, el Podenco Ibicenco, el Gos d’atura catalá, el Perro de Agua Español, el entonces denominado Perro de Presa Canario y todas las demás se unieron a una lucha por lo “nuestro”, a sentir orgullo por las razas caninas de nuestra tierra. Y, como faro, el Club del Mastín del Pirineo de España fue el ejemplo a seguir, por nuestra capacidad de trabajo, con la optimización de los pocos medios de los que disponíamos y, muy especialmente, por el ambiente positivo, alegre y solidario que emanaban nuestras huestes.

Al principio de la década de los ochenta fueron desembarcando en el Club, como en un goteo, entusiastas aficionados a nuestra raza, a los que no mencionaré aquí porque todos los conocéis y también por temor a olvidarme de alguien (la edad no perdona) que más pronto que tarde se convirtieron en criadores, colaborando con su labor al auge y difusión del Mastín del Pirineo. Desde el primer momento y, de acuerdo a ese sentido de “pertenencia a banda canina” al que anteriormente hacía referencia y por el que siempre resolvimos nuestras diferencias, cuando las hubo, en familia y cara a cara, el CMPE anduvo durante décadas en boca de toda la cinofilia española como ejemplo de proyecto canino sano y enriquecedor, a diferencia de las peripecias en las que, entre la bilis, la envidia y la ignorancia, se debatían un generoso número de agrupaciones y clubes patrios, en un rango etológico que iba desde el ensimismamiento de Teresa de Avila a las ganas de marcha de Gengis Khan.

El resto de la historia ya lo conocéis, más o menos. El Mastín del Pirineo ha sido, como digo siempre, la pasión de mi vida y el CMPE el instrumento que hizo posible realizar el objeto de aquella pasión y que me permitió, como valor añadido, conocer a seres humanos cuya amistad ha merecido la pena y, por añadidura, compartir con ellos aventuras que nunca olvidaré.

Pero hay más aventuras esperándonos y habrá que disfrutarlas como las que vivimos otrora. Cualquier tiempo pasado no tiene por qué ser necesariamente mejor. Pero lo que ha pasado en el tiempo es lo que nos ha hecho viajar hasta aquí.

Ahora empieza el futuro, y, con Machado, recordad siempre aquello de:

Caminante son tus huellas el camino y nada más
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar

Al andar se hace camino y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar
Caminante no hay camino, sino estelas en la mar”

Un fuerte abrazo, mostineros. Hasta siempre.

 

Rafael Malo Alcrudo

Presidente fundador del Club del Mastín del Pirineo de España